Los seres humanos pisaron la escaparate por última vez durante la comisión Apolo 17 de la NASA en diciembre de 1972. Este momento suele considerarse como el pináculo del software espacial estadounidense. En aquel entonces, la carrera espacial Apolo-Soviética era una lucha de la Lucha Fría por el prestigio completo, el dominio comprobado y el simbolismo ideológico. Hoy está tomando forma una nueva rivalidad falta, esta vez entre Estados Unidos y China. Los paralelismos son sorprendentes: dos superpotencias impulsando tecnologías de vanguardia, compitiendo con plazos y reclamando influencia fuera de la Tierra. Y esta vez, no hay señal de que Estados Unidos salga campeón.
Dicho esto, el contexto es un poco diferente esta vez. La marcada división geopolítica de la Lucha Fría dio paso a un panorama más multipolar y competitivo, en el que los actores comerciales, las alianzas y la política interna desempeñan papeles cada vez más importantes. Encima, hoy Estados Unidos debe sortear prioridades presupuestarias cambiantes, una pulvínulo industrial fragmentada y una dependencia de socios privados. Al mismo tiempo, China aplica una organización de holgado plazo liderada por el Estado con menos contratos públicos. Si China logra devolver astronautas a la Reflejo ayer que la NASA, las implicaciones resonarán mucho más allá de las meras huellas lunares.
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¿Cuál es el retraso, NASA?
Logotipo de la NASA en la entrada del centro espacial en Houston – Tada Images/Shutterstock
China ha fijado un objetivo claro para su software falta: sobrellevar astronautas a la Reflejo ayer de 2030. La información pública indica un enfoque de extensión dual. Una nave espacial tripulada, Mengzhou, y un módulo de aterrizaje falta independiente, Lanyue, se lanzarán en los cohetes de carga pesada Gran Marcha 10. Luego de encontrarse en la trayectoria falta, el módulo de aterrizaje llevará a dos taikonautas a la superficie. Mientras tanto, el software Artemis de la NASA, concebido como el billete de regreso de la agencia a la Reflejo, ha sufrido repetidos retrasos. Los ajustes más recientes sitúan la comisión Artemis II en abril de 2026 y el alunizaje en algún momento de 2027. Los problemas técnicos han ralentizado el progreso y los ingenieros todavía están trabajando para solucionar problemas con el escudo térmico de Orión, que protege a la tripulación durante el reingreso a la entorno de la Tierra. Estos desafíos han obligado a la NASA a revisar tanto el diseño como el calendario de la comisión.
Al mismo tiempo, el presupuesto de la NASA se ve sometido a una presión cada vez longevo. Si acertadamente el enfoque de la agencia se ha inclinado alrededor de la exploración, ciertas misiones científicas y programas de infraestructura han sufrido cortaduras o aplazamientos. Esto supone una enorme presión para los contratistas y socava la continuidad de los equipos de ingeniería. El software Artemis todavía tiene que adaptarse a los cambios de prioridades de una compañía estadounidense a la futuro, lo que hace que los compromisos estables y de holgado plazo sean más difíciles de sostener.
La NASA confía en SpaceX para ayudar en este período desafiante de políticas cambiantes. La nave espacial de SpaceX tiene la responsabilidad de sobrellevar de forma segura a los astronautas a la superficie de la escaparate con el sistema de aterrizaje humano que están desarrollando. Sin secuestro, Starship requiere reabastecimiento de combustible en trayectoria, atraque y transferencias de tripulación, todos sistemas que aún no funcionan de forma confiable. Hasta ahora, los vuelos de prueba han tropezado con muchos fracasos y la compleja abastecimiento de las transferencias de combustible criogénico en el espacio sigue sin demostrarse. En recopilación, la agencia está siguiendo un camino rígido y de detención peligro mientras el progreso de China continúa acelerándose.
¿Qué pasa si China anhelo la carrera falta?
Ilustración de taikonautas chinos en la escaparate – Gremlin/Getty Images
En agosto de 2025, China probó Lanyue en una simulación terreno que replicaba las condiciones de la superficie falta, confirmando que las operaciones de descenso y encumbramiento podrían funcionar en demarcación verdadero. Las pruebas de propulsión del cohete Gran Marcha 10 todavía se han cumplido según lo previsto. Mientras tanto, misiones robóticas precursoras como Chang’e-7, planificada para 2026, tienen como objetivo estudiar el polo sur falta e identificar depósitos de hielo de agua, sentando las bases para futuras misiones humanas. Aunque estos hitos siguen siendo ambiciosos y podrían malquistar reveses técnicos o financieros, la planificación centralizada de China y su constante apoyo político le dan una superioridad estructural sobre la NASA, que enfrenta prioridades cambiantes y cambios administrativos.
Resistir humanos primero a la escaparate tendría un inmenso peso simbólico y clave. Políticamente, fortalecería la licitud del Partido Comunista Chino y proyectaría a China como una potencia espacial líder. En el comercio y la diplomacia, podría atraer a otras naciones a las iniciativas lunares de China, como la propuesta Época Internacional de Investigación Falta, e influir en las reglas para la gobernanza de los posibles lunares. Científicamente, dominar las operaciones lunares tripuladas podría impulsar avances en propulsión, materiales y utilización de posibles in situ, dando a China un liderazgo potencial en infraestructura extraterrestre.
Conquistar este hito todavía podría cambiar el contrapeso completo en la tecnología relacionada con el espacio, con posibles implicaciones para la seguridad franquista. Esto se debe a que las tecnologías lunares avanzadas pueden tener aplicaciones de doble uso en operaciones satelitales, sistemas de misiles y vigilancia estratégica. En medicina, China podría obtener una superioridad en la investigación de sanidad espacial, estudiando la fisiología humana, la protección radiológica y los sistemas de soporte trascendental de maneras que podrían acelerar las innovaciones médicas tanto espaciales como terrestres. Conquistar un alunizaje tripulado cambiaría la percepción del liderazgo espacial durante décadas. Aunque Estados Unidos sigue siendo un actor importante, su dominio en la exploración espacial enfrentaría un claro desafío.
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